Me dispongo a hacer una reflexión
sobre una escuela llamada O’Pelouro, la cual podría considerarse como una
comunidad de aprendizaje, y me parece muy interesante e importante en nuestro
país. En el siguiente enlace:
Pueden verse las características de la misma. Es un centro de innovación pedagógica
e integración ubicado en Caldelas de Tuy (Pontevedra). Comenzó a dar sus
primeros pasos en el curso escolar 1972-1973, donde se trató, a través de la conjunción
de los enfoques pedagógicos y psiquiátricos, crear un proyecto sin comparación
en el panorama educativo de nuestro país.
Se hacen asambleas, que son reuniones
en las que se puede hablar de cualquier tema, y este es objeto de discusión (en
el buen sentido de la palabra). En ella participan numerosas personas
convocadas para un fin, y en el caso de la escuela O’Pelouro, su objetivo es
integrar a partir de la aceptación de lo diferente. Se preocupan de cambiar la percepción
y la relación con los niños/as para que las formas en que tratamos de
referirnos a ellos no estén cargados de rechazo ni de pena. Hacer posible que,
por ejemplo, un niño autista pida algo, y hacer como si fuera algo normal. Identificar
a cada uno por lo que vale o podría llegar a ser, sin fijar límites. Y este es
el papel que juega la motivación: hacer que, por ejemplo, un autista pueda reír
en vez de darse golpes. Cada niño es reconocido por quien es. Y esto me parece
muy importante, puesto que cada vez más se le da más importancia a la individualidad
y a las características personales de cada uno, para favorecer el desarrollo óptimo
del alumno/a.
No hay “diferencias” entre unos y otros. Cada uno es aceptado tal y como es, unos aprenden de otros, existe generosidad, solidaridad, respeto, y cada uno tiene una identidad y un tiempo para aprender. No se ponen “etiquetas”. Existe en esta escuela una aceptación radical de la diferencia. Se trata de una actitud una organización que rompe las limitaciones y se aleja de la escuela convencional. A cada niño/a le tratan como si fuera “normal”, viviendo con ellos situaciones cotidianas de normalidad.
En cuanto a la metodología que
emplea, la escuela O’Pelouro es imprevisible; el tiempo y el espacio son
flexibles (adaptado a las necesidades de cada uno, ya que las situaciones o
circunstancias son las que marcan el ritmo). Todos aportan su parte (padres, demás
familiares, profesores…). No hay una estricta obligación. No se ahorran ni la
experiencia, ni la dificultad de vivir. A los niños/as se les pone en el “drama
existencial de la vida” al tener que confrontarse con experiencias que incluso
suponen desenvolverse en el medio razonable y el imprevisto, como por ejemplo,
pescar y luego cocinar el pez, que pueden convertirse en experiencias que
obligan a ponerse delante de la situación y de sí mismo. Las situaciones
modulan el tiempo, al igual que las cosas de la vida cotidiana.
Algunas de las actividades que desarrollan,
como he dicho antes, son la interacción con el medio: cazan un pez, explican
sus características, luego le analizan (biología), después lo cocinan, y al mediodía
se lo comen. Al igual que práctico, también hay teoría, como historia.
Creo que esta experiencia educativa
es una buena idea para educar a un niño/a, puesto que agregan practica y teoría
en una misma idea, y así se puede aprender más y más rápido. Además, con la metodología
de la flexibilidad del tiempo, que enseña a pararte. Vivimos en una sociedad
muy acelerada y no nos paramos tanto. Alguien que tiene su tiempo más lento,
que necesita más tiempo para cada cosa, te puede enseñar las pequeñas cosas en
las que no nos fijamos. A veces necesitamos tiempo para situarnos.
Otra de las cosas que veo positiva es
el aprendizaje entre unos y otros, la aceptación de lo “diferente” y el no
rechazo.
Es un método innovador, pero existe
una imposibilidad legal o real (según como queramos designarlo), que muy pocos
tienen la oportunidad de experimentar, aunque podemos coger algunas ideas y
adaptarlas al entorno al que nos toque practicar la docencia.
http://vimeo.com/opelouro
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